Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1094
Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 9 de julio de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso sobre la política general del Ministerio
Número y páginas del Diario de Sesiones: 193, 5797-5799
Tema: Interpelación sobre la política general del Ministerio

Y basta ya de elecciones; pero ya que he hablado del Ayuntamiento destituido, he de decir algo de lo que ha pasado con este Ayuntamiento, no porque sea el de Madrid, sino porque es modelo de lo que hace el Gobierno con todos los Ayuntamientos de España. El Gobierno suspendió al Ayuntamiento de Madrid treinta días antes de las elecciones, ¡qué casualidad!, para que las elecciones cupieran dentro del plazo de la suspensión; porque cuando no se hace más que suspender a un Ayuntamiento, éste puede volver a su puesto por ministerio de la ley, a los cincuenta días.

Se hicieron las elecciones con el Ayuntamiento nombrado de Real orden; pero aún había una dificultad para que no entraran, como no se quería que entrasen en el Ayuntamiento tres de los concejales electos: los Sres. Castelar, Moret y Prieto y Caules.

Esa dificultad era ésta: la operación de acordar [5797] sobre la capacidad o incapacidad de los electos había de tener lugar ya fuera de los cincuenta días posteriores a la suspensión del Ayuntamiento de Madrid, porque con sólo dos días de diferencia tenían que volver al Ayuntamiento los concejales suspensos, en cuyo caso el Ayuntamiento legítimo era el que debía resolver sobre la capacidad de los concejales electos; pero para que no sucediese esto, ya cerca del término del plazo legal de los cincuenta días se le ocurrió al Gobierno pasar el expediente a los tribunales para el procesamiento de la Corporación municipal de Madrid, y de esta manera el Ayuntamiento de Real orden ha podido resolver sobre la capacidad o incapacidad de los concejales elegidos por el pueblo, y el Ayuntamiento de Real orden ha echado del Municipio a los señores Moret, Castelar y Prieto y Caules. ¡Basta decir estos nombres para que se comprenda toda la arbitrariedad de ese acto! ¿Qué vais ganando con que estos señores no vayan al Municipio? Y no bastó esto, sino que el gobernador fue a la sesión de la Comisión provincial para empatar la votación el primer día, y al siguiente resolverla con su voto de calidad.

Pues bien; el Ayuntamiento que debía haber resuelto sobre la capacidad de los concejales, fue, como he dicho, mandando a los tribunales hace dos meses, y hasta ahora no han dicho nada esos tribunales, y los ciudadanos que debieran estar en el Ayuntamiento se encuentran bajo la acción de un proceso en el cual no se da paso alguno, y se les tiene bajo la acción de una justicia inútil y pasiva hace dos meses.

Pero oíd más, Sres. Diputados. De aquel Ayuntamiento era alcalde un amigo del Gobierno, y para que no sufriera la suspensión y luego no fuese a los tribunales; él que era el primer responsable de cuanto en el Ayuntamiento se ha hecho, él que era el primero que había delinquido si delincuencia hubiera, él no sólo no es suspenso ni va a los tribunales, sino que se le manda a un distrito para elegirle Diputado provincial con objeto de darle la presidencia de la Diputación, cargo con el que el Gobierno le quería premiar.

Y todavía hay más. Entre esos concejales que componían el Ayuntamiento, había varios que eran amigos del Gobierno, que eran conservadores; ¿y sabéis lo que hizo el Gobierno? Pues a todos esos concejales para compensarles del disgusto, les adjudicó los distritos vacantes para que vengan después aquí. ¿Es eso justicia? ¿Es eso equidad? ¿Es esa manera formal y seria de proceder un Gobierno?

Si el Ayuntamiento había cumplido mal y había merecido ir a los tribunales, ¿por qué no va el alcalde, que es el primero que debía ir? Y si el Ayuntamiento y los concejales merecen ser llevados a los tribunales, ¿por qué manda el Gobierno a los distritos a los concejales amigos suyos, dejando en los tribunales a los que no lo son? (El Sr. Ministro de la Gobernación: ¿A qué distritos han ido? Dígalo S.S. citando un nombre). Ellos lo dicen; y si S.S. lo sabe, ¿a qué lo pregunta? Pero ya irán saliendo, porque ya ha ido el Presidente a un distrito, a pesar de que es el más culpable de todo lo que haya hecho de malo el Ayuntamiento. ¿Qué más prueba quiere el Sr. Ministro? (Bien, bien).

Pues esto es un gran polaquismo; el castigar a los adversarios por faltas que no han cometido, y premiar a los amigos, suponiendo que hayan incurrido en ellas; sí, este es el polaquismo más repugnante.

Ahora bien; la opinión pública os ha sido adversa hasta el punto que habéis visto, y vosotros os empeñáis en continuar ahí.

Sea enhorabuena, continuad; pero téngase entendido, y sépalo todo el mundo, que vosotros continuáis contra la opinión.

Si a pesar de esto todavía os manifestáis triunfantes y podéis decir, como ha dicho el Sr. Ministro de Gracia y Justicia, a quien siento no ver en ese banco para hacerme cargo de la sonrisa de desdén con que trató al Sr. Camacho, mi ilustre amigo; si podéis decir las palabras que pronunció este Sr. Ministro referentes a la gestión financiera del partido liberal, sea también enhorabuena.

Yo lamento mucho que el Sr. Ministro de Gracia y Justicia no se encuentre en ese banco; lo siento sobre todo por el motivo que me obliga a mí a guardar cierta consideración, que de otro modo no se la guardaría, por haber tratado de la manera injusta con que trató el otro día al Sr. Camacho.

Verdad es que al Sr. Camacho le deben importar muy poco los juicios de quien no tiene gran competencia, y en esta ocasión a demostrado no tener ninguna, en materias de Hacienda; porque el Sr. Ministro de Gracia y Justicia ha sido el único en España y en el extranjero que se ha atrevido a decir que la conversión de la deuda que ha hecho Camacho ha sido ruinosa a los intereses del Estado: tiene S.S. el triste privilegio de la soledad en este punto.

Yo me limito, pues, a decir que deseo que el señor Ministro de Gracia y Justicia adquiera la mitad de la popularidad y la mitad de la reputación que en su ramo ha adquirido el Sr. Camacho. ¡Difícil es, señores, conquistar popularidad en el ramo de Hacienda! Y sin embargo, el Sr. Camacho la ha conquistado tan grande, que no sólo aquí, sino fuera de aquí, y quizá todavía más fuera de aquí, está considerado como una de las celebridades rentísticas más importantes de la época, y todo ello lo debe a su gestión financiera como Ministro de Hacienda. ¿Qué le importan, pues, al Sr. Camacho las opiniones que de él tenga el Sr. Ministro de Gracia y Justicia?

Señores, ¡se necesita atrevimiento (y esto es propio del partido conservador, que es lo mismo en todas las cosas), se necesita atrevimiento para decir que en la conversión de la deuda se han despilfarrado los tesoros que nos dejó el partido conservador! ¿Cómo se habían de despilfarrar, si todavía no hemos podido dar con ellos? (Risas). Señores, esa ha sido la única operación que se ha hecho con el Estado, en la que todos han perdido y sólo ha ganado la Nación; y está hecha de tal manera, que a pesar de haber perdido todos, no han tenido más remedio que conformarse, proclamándola beneficiosa para el interés público.

Así es que el Sr. Ministro de Gracia y Justicia es el único en el mundo que ha tenido el atrevimiento de decir que ésa es una operación ruinosa, y que para verificarla el Sr. Camacho ha tirado por la ventana los tesoros que nos dejó el partido conservador. ¡Ah! ¡Qué miserables tesoros serían esos que nos dejó el partido conservador! Con un puñado que se tirase por la ventana, ya estaban agotados todos esos tesoros. (Risas).

El caso es, Sres. Diputados, que yo no sé si por vuestras interrupciones, o por descuido mío, he hablado más de lo que me propuse; la hora es muy avanzada, [5798] yo siento mucho cansancio y ya sólo me falta el examen de la política del Gobierno; pero lo han hecho tan brillantemente mi distinguido amigo el señor Martos, y después mi querido amigo particular el Sr. Castelar y todos los demás oradores que han tomado parte en este debate, que yo debo renunciar a molestaros más sobre este punto.

No hay persona sensata que no vea con dolor, con profundo dolor, la política que el Sr. Cánovas del Castillo ha hecho, o mejor dicho, ha dejado de hacer en esta su segunda etapa; no hay persona sensata que no crea que esta política ha sido la causa de tantos errores en el Gobierno y de tantos desvaríos en la prensa; no hay persona sensata que no considere que esta política sin ningún principio fijo, mezcla de arbitrariedades y de violencias, ha dado origen a la situación en que se encuentran todos los ramos de la administración pública, y ha sido causa y origen también de los desvaríos de la prensa ministerial, que unas veces parece como inspirada por los sectarios del absolutismo y otras como impulsada por los fanatismos de la demagogia.

Así es que en el interior y en el exterior estamos de todo punto perdidos. En el exterior, gracias a esa política a que se ha entregado el Gobierno, dentro de ese pesimismo abrumador del Sr. Presidente del Consejo de Ministros, en el exterior tenemos la desconsideración más grande, y en el interior la violencia, la lucha, el odio, la guerra civil entre los partidos.

Pues así, Sres. Diputados, no se puede continuar. (Rumores). ¿Es que pueden seguir las cosas así? ¡No, y mil veces no! ¿Qué remedio hay? (Risas). Ya estoy yo viendo que el remedio que pensáis que voy a proponer es que el partido conservador deje el poder al partido liberal, y que el Sr. Cánovas del Castillo deje su puesto al Sr. Sagasta. ¿Sí? (Risas). Pues os habéis equivocado de medio a medio, y no es extraño, porque nos juzgáis a nosotros por vosotros mismos. (Muy bien). Quizá aceptaríamos ese remedio, porque las circunstancias son difíciles, porque el horizonte se presenta oscuro, y se necesita la buena voluntad y el patriotismo de todos para que las circunstancias mejoren y el horizonte se despeje. En este concepto, y sólo en este concepto y por esta razón, aceptaríamos nosotros ese remedio. Pero no lo proponemos; tranquilizaos. No lo proponemos, porque los liberales quieren alcanzarlo con oportunidad; porque los liberales quieren entrar en él en buenas condiciones; porque los liberales quieren entrar bien para salir tarde.

No creemos que hoy sea el poder oportuno para nosotros, porque estimamos que no es justo que el partido liberal sufra las consecuencias de las premisas de la política de ese Gobierno, y no entraríamos hoy en buenas condiciones, porque los ánimos están muy exaltados, porque las pasiones están muy excitadas, porque las heridas que habéis abierto con vuestros atropellos están muy frescas, porque los enconos que habéis llevado a todos los ánimos están muy recientes, y en tales condiciones y con tales circunstancias el partido liberal no podría hacer desde luego, como quiere y como conviene a todos y a todo, una gran política, liberal sí, pero también muy sensata, muy prudente; muy expansiva, de gracia, si queréis, para los amigos, pero de moderación y de templanza siempre para los adversarios y de justicia para todos. (Aplausos en las minorías).

Por eso no tenemos impaciencia por el poder. Lo que yo os propongo es otra cosa, y lo propongo lleno de patriotismo, y lo propongo como si me hablara a mí solo, escudriñando el fondo de mi conciencia, porque a mí no me importan nada las cuestiones de partido cuando se trata de las instituciones y de la libertad y cuando se trata de la salud de la Patria; no, todo lo sacrifico ante esos símbolos y ante la Nación. Pues bien; oyendo a mi conciencia, creo sinceramente que lo que conviene es esto, y por eso os lo propongo: que a los Ministros conservadores que componen el actual Ministerio, vengan a reemplazarlos las personas del partido conservador más sensatas, más prudentes, más conciliadoras, que menos parte hayan tenido en todo lo que ha pasado desde que ese Gobierno ocupa ese banco; para que así venga a ser reemplazado ese Ministerio, incompatible con la opinión pública, y que, para desgracia suya, ha sido un Ministerio de amenaza, de provocación, de violencia y de batalla, por un Ministerio de conciliación, de concordia, de templanza y de pacificación.

De este modo, al mismo tiempo que se da a la opinión pública la satisfacción que le es debido, al mismo tiempo se dan también largas y espacio para que los ánimos se tranquilicen, para que las pasiones se calmen, para que los enconos se suavicen, para que las heridas se cicatricen, para facilitar, en suma, pronto, más radicales y más profundos cambios en nuestra política. Señores Diputados, lo digo con entera convicción, con completa sinceridad: los individuos del partido conservador que estando en el Ministerio insistan en continuar en él, faltan al Rey, faltan a la Patria, faltan a sí propios y faltan a su propio partido; porque la tenacidad en continuar de los unos, y la negativa de entrar de los otros, podrán contribuir a hacer imposibles mañana fáciles y salvadoras soluciones.

Al decir, Sres. Diputados, lo que me exigía mi conciencia, he cumplido con mi deber; ahora que cada cual cumpla con el suyo. (Aplausos en las minorías; muchos Diputados felicitan al orador). [5799]



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